sábado, 12 de marzo de 2011

LA FELICIDAD

Si tuviera que definir lo que entiendo yo por FELICIDAD, empezaría diciendo que se trata de un sentimiento algo más que duradero; es permanente, para todo aquel que tenga la dicha de conocerla.
A lo largo de una vida, si resulta próspera y satisfactoria para uno mismo, la persona es indudablemente feliz. Esto no indica que lo demuestre en todo momento, si no que constantemente es la alegría la que lo acompaña, salvo en los 'malos' momentos, que podrían considerarse baches. Por esa razón, me atrevo a aventurar que la felicidad es un estado de ánimo que duerme en cada uno de nosotros, y que no desaparece, sino que se oculta. Algunas veces la exteriorizamos mediante la risa o la sonrisa, los ojos, las palabras.. Otras, sin embargo, queda cubierta por el velo de la tristeza provocada por una situación difícil, incómoda o injusta, que también puede ser exteriorizada.
Mi teoría está basada en que, como dije anteriormente, cuando la vida de un individuo es plena y satisfactoria, cuando no echa en falta todo aquello que no tiene y se contenta con lo que no le falta; cuando no se siente desgraciado por el papel que le ha tocado interpretar en la vida, muestra su felicidad al mundo la mayor parte de sus días. En determinados momentos tendrá razones para hacerlo; en otros no.
Esta felicidad no se evapora en el aire al llegar un 'mal momento'. No desaparece. Ni siquiera es reemplazada. Podemos reemplazar una emoción, pero, ¿un sentimiento? La rabia, la cólera, la pena y la ofuscación suben a flote en dichos momentos, y cuando el efecto de éstas se pasa, la felicidad se hace notar nuevamente, desde lo más hondo del ser. 

Por esa misma razón, invito a aquellas personas que afirman no conocer la felicidad a que la busquen, la llamen, la persigan, porque, al contrario que el dolor y sufrimiento, la felicidad nunca viene sin ser llamada.




Ainhoa Vázquez Montoya.

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